viernes, septiembre 15, 2006

Yo no creo en la justicia

Alan García no confiaba en la justicia de Fujimori y por eso se negó, hasta hoy, a responder sobre cómo pudo financiar la adquisición de tantas casas en el Perú y el extranjero (incluidas la de París, las casas de playa y la oficina de San Isidro vendida hace unos días a 170 mil dólares); cómo fue eso de la coima del tren eléctrico y la célebre frase al italiano: "Y cómo es la mía"; y cómo es que era verdad que había una relación entre la reventa de los mirages y algunas de las más poderosas bandas de traficantes de armamentos, como documentó Carlos Malpica y jamás fue desmentido; el porqué y para qué intervino el presidente 1985-1990, en el traslado de los fondos de reservas internacionales hacia la banca mafiosa del BCCI, por lo cual fueron a la cárcel el presidente y el gerente del BCR; etc. Por el mismo motivo, además, García nunca ha respondido por su responsabilidad en graves violaciones de los derechos humanos: matanza de los penales, masacres de Accomarca y Cayara, asesinatos del comando "Rodrigo Franco", y otros.

Alberto Fujimori no creía en la justicia de Toledo y por eso anduvo prófugo en el Japón varios años y se resiste ahora a que lo traigan desde Chile, ante la justicia de García, en la que parece que tampoco confía, por lo que no ha tenido que explicar el papel de Montesinos durante su gobierno; la desaparición de los fondos de la privatización (9 mil millones de dólares); el negociado de la compra de armas después de la guerra del Cenepa; el proceso de recompra silenciosa de la deuda externa, manejado por Camet, y el uso de papeles devaluados de la deuda en la privatización que fue pingüe negocio del Banco de Crédito y del HSBC de Inglaterra, con la participación de funcionarios del gobierno fujimorista; las licitaciones irregulares; las obras sobrevaluadas; las trafas del Foncodes; etc. Y de la misma forma no ha respondido nunca por los numerosos crímenes de lesa humanidad de su gobierno, entre ellos los ejecutados a través de sus favoritos del "Grupo Colina".

Tal vez muy pronto, Toledo declare efectivamente que no confía en la justicia de su sucesor, que le ha puesto procurador ad hoc para revisar cuánto gastaba en tragos cada noche. De hecho el supercholo de Cabana se hizo célebre con la máxima: “Al presidente nadie lo investiga”, con la que no permitió ser investigado por la coima de Bavaria, por la que anda preso su carnal Almeida; por las negociaciones con Crousillat, Schutz y Delgado Parker, que determinaron cambios en la propiedad de los canales de televisión; por los negocios y tropelías de los hermanos, sobrinos y demás parientes, respaldados desde la presidencia; y, por supuesto, burlarse la comisión Villanueva y su intento de esclarecer la falsificación firmas de Perú Posible en connivencia con Fujimori, para las elecciones del año 2000. Ya la mujer dio la pauta negándose a acudir a las citaciones judiciales por el caso CONAPA y ahora ha fijado residencia en los Estados Unidos, así que, pronto, el tipo que casi no entrega la banda presidencial, puede convertirse en otro presidente enjuiciado desde el exilio.

Pero al que no le han permitido durar mucho con la fórmula “yo no confío en la justicia”, ha sido, en cambio, al inigualable sheriff Benedicto Jiménez. Debe ser que todavía no está para darse esto lujos y que sus declaraciones públicas han sido evaluadas como contraproducentes para el partidos de gobierno. Lo cierto es que anteayer el candidato aprista anunció desafiante que se tendría que esperar todavía unos años a que el Poder Judicial se reforme, no hayan niños mendigos en Lima y la SAT no persiga a los contribuyentes, para que se decida a entregar las cintas grabadas de las conversaciones de su ex jefe, Ketín Vidal, con Abimael Guzmán. Y un día después entregó el material con una carta en la que aclara que sí confía en la justicia de Vásquez Vejarano y Palacios Villar.

Con lo que ha quedado demostrado que Benedicto no es Alan, Alberto o Alejandro, es decir no tiene un maquinaria suficiente que lo respalde para hacer lo que le da la gana. Tampoco es, por supuesto, un Genaro para decirle al juez que no declara porque es viejito y rejuvenecer al día siguiente para conseguir amparos y matones para controlar la televisión peruana. O un Romero que llama a los magistrados a su despacho en el banco para que le digan lo que tengan que decirle y después se vayan. O un Bertini que ha purgado su condición de banquero de la mafia, comprando para Chicho Mohme y Alejo Miró Quesada un canal de televisión y borrando la huella de que hubo banco Wiese, con la venta al Scotia Bank.

Ni presidente, ni banquero ni dueño de medio de comunicación, Benedicto es solamente Benedicto, y Alan García se ha encargado de advertirle que él si debe confiar en la justicia. Faltaba más.

15.09.06

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