lunes, abril 07, 2008

El día en que Fujimori disolvió una frágil democracia

Esta es la segunda entrega de las implicancias del golpe del 5 de abril y la manera como se reflejan en el presente.

No fue casualidad que Fujimori se interesara primero en convencer a los jefes militares de la necesidad del golpe de Estado y que luego llamara a los ministros y a los medios. No era tanto una jerarquización de instituciones, sino una nueva lógica del poder. Equivalía a decir que los cambios que se suponían necesarios en el país iban a tener su origen en un hecho militar, al que se adecuarían la política y la prensa.

Imagino a Montesinos explicando a su presidente que esas consideraciones sociológicas sobre el conflicto armado, y filosóficas sobre la democracia, estaban de más cuando lo que estaba buscando la gente era eficacia de resultados. Mientras más claro estuviera el objetivo de destruir al enemigo con todos los recursos disponibles, mayor sería la identificación social con la victoria.

El error fatal de Sendero era haberse enemistado con la población, tanto la urbana donde su imagen era la de un factor puramente destructivo e intimidante, como con la rural que la veía como una amenaza a la continuidad de sus formas de vida. Por tanto, lo que había que hacer era mostrar una voluntad implacable para enfrentarlo y hacer que los militares y policías se mostraran resolviéndole un problema al pueblo y no trayéndole nuevas desgracias.

El país está dispuesto a soportar todo con tal de que los precios no suban cada día y que las bombas no sigan estallando cerca de sus viviendas, le había dicho el asesor al asesorado en los días del encierro en el Círculo Militar, después de la segunda vuelta y antes de asumir la presidencia. Todo lo demás fue cuestión de tiempo.

El 8 de agosto de 1990, se probó, en lo económico, cuánto dolor podíamos soportar los peruanos para alcanzar una estabilización en los mercados, que iba a ser el comienzo de la abrumadora brecha económico-social que hoy separa y contrapone a los peruanos, entre los ganadores del crecimiento y los postergados, la destrucción de las organizaciones y la conculcación de derechos, la desnacionalización y privatización del patrimonio público, el imperio de las grandes empresas, etc.

El 5 de abril de 1992, se cumplió el otro designio: ¿quería paz a cualquier precio?, ahí tienen una paz con más de dos mi desaparecidos, con cientos de muertos en operaciones encubiertas, con 15 mil presos muchísimos de ellos inocentes, etc. Pero, lo más grave, con una sociedad que no ha terminado de entender las raíces de la violencia y a la que se puede manipular de ves en cuento con el peligro del “rebrote” y ahora con el cuento de los “nuevos subversivos” (bolivarianos, chavistas, humalistas, etc.); con medios articulados a las estrategias del poder, pero que claman por representar una supuesta libertad de prensa de todos los peruanos; instituciones presionables como la justicia, la fiscalía, congresistas, ministros y hasta el presidente, por los poderes no visibles (medios de comunicación, gremios empresariales, grupos de influencia).

La lógica del 5 de abril no se canceló en la “transición” del 93 (elección del CCD y nueva Constitución), porque la legalidad siguió siendo desbordada por las necesidades de orden del gobierno, y tampoco se superó con el cambio político del 2000-2001, porque al final se prefirió limitar la apertura y preservar las instituciones del fujimorismo, antes que darle oportunidad a los de abajo y a las nuevas representaciones políticas emergentes de desmantelar hasta la raíz esa vieja herencia.

La debilidad de la democracia peruana de los 80, fue el caldo de cultivo del golpe de Fujimori y el régimen autoritario que él presidió. Pero en los 2000 nuevamente faltó el liderazgo y el valor para ir a fondo en la democratización. Hoy estamos pagando las consecuencias, en el nuevo autoritarismo de García y su añoranza de lo que llama “el primer presidente japonés de la historia del Perú”.

06.04.08
www.rwiener.blogspot.com

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