lunes, abril 07, 2008

Golpe de Estado desde el Pentagonito

El 4 de abril de 1992, los comandantes generales del Ejército, de todas las regiones de país recibieron un mensaje que llevaba dos sellos: “urgente” y “absolutamente secreto”, en el que se les indicaba que debían tomar un vuelo especial de la Fuerza Aérea previsto para primera hora del día siguiente que los llevaría directamente a Lima, donde deberían reportarse “de inmediato” al cuartel general del Ejército en San Borja, para una reunión con el comandante general y presidente del comando conjunto de las Fuerzas Armadas, sin dar cuenta a sus subordinados ni a sus familiares cercanos de esta citación extraordinaria.

Todos los generales cumplieron con el encargo. Muy temprano ya estaban volando hacia la capital y apenas desembarcados descubrieron que no iban a tener que hacer ningún esfuerzo para “reportarse” porque los estaban esperando en un automóvil para cada uno de ellos, que no iba a dejarles ninguna oportunidad de contactarse con nadie antes de ingresar a la reunión del pentagonito. Al frente de la mesa estaba efectivamente el general Nicolás Hermoza, pero quién iba a hablar al final de esa mañana era el ex capitán Vladimiro Montesinos, que sería el encargado de transmitir la decisión del gobierno.

Hermoza casi no habló. Sonreía a veces y otras ponía una cara seria como si quisiera subrayar la importancia de lo que estaba diciéndose. El asesor que hablaba no podía ser más pesimista. Se estaba perdiendo la guerra con Sendero Luminoso, el nivel de riesgo de la subversión crecía exponencialmente, si no se adoptaban medidas extraordinarias para detener ese avance cabía la posibilidad que en un cierto tiempo la organización maoísta pudiera alcanzar las condiciones para ganar la guerra. Curiosamente ese mismo día había aparecido en los diarios la noticia de un discurso pronunciado por el subsecretario de estado del presidente Bush (el primer Bush), Bernard Aronson, que advertía:

- Si Sendero tomara el poder, veríamos el tercer genocidio de este siglo… luego de la Alemania nazi y la Camboya del Khmer Rojo.

O sea que Estados Unidos creía, como Montesinos y Fujimori, que la organización de Abimael Guzmán podía salir victoriosa, y el secretario Aronson imaginaba que eso podía ocurrir dentro de los escasos ocho años que aún restaban al siglo XX. ¿Coincidencia o necesidad de sostener la decisión del golpe de Estado en una especie de justificación histórica? El Perú estaba al borde de un genocidio, qué podían preocupar algún desborde de la legalidad y un cierto grado de guerra sucia contra el enemigo. Los generales nunca hubieran dicho que estaban perdiendo, pero varios de ellos creían que no estaban ganando y tendían a culpar a los políticos de la falta de energía para enfrentar al enemigo casi invisible con el que chocaban.

Se van a tomar medidas muy difíciles que requieren del apoyo de las Fuerzas Armadas, dijo Vladimiro. Empezaremos por cerrar el Congreso, intervenir el Poder Judicial y el Ministerio Público, eliminar el Tribunal de Garantías, destituir a los presidentes regionales, aprobar la pena de muerte y cadena perpetua para terroristas; fortalecer los tribunales militares; impulsar las rondas armadas en el campo como auxiliares del Ejercito; incrementar las acciones y el presupuesto de inteligencia.

La sala estalló en aplausos. Los comandantes se abrazaron y poco a poco fueron formando una fila para poder estrechar las manos de Hermoza y Montesinos. Un rato después, el asesor abandonó la sala y se dirigió por un corredor a otro ambiente donde se encontraba el presidente Fujimori. Todo estaba listo para el siguiente momento. Los ministros del régimen ya estaban llegando y pronto se enterarían de lo que había dispuesto “su” gobierno. Un poco más tarde sería el turno de los dueños de los principales medios de prensa.

05.04.08
www.rwiener.blogspot.com

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