sábado, julio 19, 2008

El Ministro del FMI

En el primer semestre de 1990 se realizaba en Alemania una reunión del FMI, donde acudían ministros de economía y presidentes de bancos centrales de numerosos países y en la televisión se podía apreciar un insistente mensaje: eran imágenes del Perú en extremos de pobreza, deterioro de servicios, inseguridad, que iban acompañados de la idea de que esto ocurría por no atenerse a los planes de ajuste y repago de la deuda internacional, y a la retórica anti-FMI de nuestro presidente.

Ciertamente, para entonces, Alan García ya había girado completamente y hacía dos años que intentaba hacer buena letra con los organismos internacionales, asegurando que con esa pobreza abrumadora, el Perú pagaría la deuda y dejaría de cuestionarla como una esclavitud moderna. Pero el sistema no iba a perder la oportunidad de colgarlo tantas veces como fuera necesario, como el símbolo del destino de los populistas que todavía amagan por el mundo.

Hasta el 2006, García era el cuco del FMI, pero la verdad es que, para entonces, había riesgos mucho más corpóreos en varios países de América Latina. Por ejemplo Chávez, de quién se dice que hace populismo con dinero (en realidad redistribución de la renta del petróleo), frente al proyecto desfinanciado que impulsó el gobernante peruano de los 80. Y fue precisamente la circunstancia histórica, tan buscada por García, de aparecer como la alternativa a un peligro mayor que él mismo, lo que corrigió todos los diagnósticos.

Y no fueron sólo los banqueros, grandes capitalistas y tecnócratas peruanos los que le perdonaron, sino que el FMI y otros, también admitieron que ya era suficiente penitencia y que había nuevamente que creerle. Y así tenemos que ayer se ha marcado otro punto culminante de la transformación de Alan García en el conservador que todas las derechas económicas andan buscando. Fue cuando tomó el juramento a un ministro extraído de adentro del FMI, cuyas primeras palabras han sido para reconocer que él sólo sabe que hay un brote de inflación y que eso, de acuerdo a la ortodoxia, se corrige ajustando el consumo y encareciendo el crédito, y parando el gasto en obras públicas. Es decir quitándole al “crecimiento” los primero elementos de pequeña mejora social que alcanzan a otras capas de la población. Obviamente que para pensar esto no se necesita ser ni mago ni hechicero, sino un vulgar neoliberal. Pero no es lo mismo uno silvestre, que alguien respaldado por el FMI.

Eso ha calculado García, aunque sea una contradicción radical a lo que decía el otro García, hace veinte años.

16.07.08
www.rwiener.blogspot.com

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