miércoles, mayo 06, 2009

Repasando a las víctimas

Cuándo se supo que Alberto Fujimori finalmente había sido condenado a 25 años de prisión por los crímenes de Barrios Altos y la Cantuta, y los secuestros de Gorriti y Dyer, saltaron las lágrimas de Keiko, la ira de Kenyi, los desmayos entre las mujeres de la portátil naranja, las angustias de Althaus, las mañas de Aldo M para oponerse a la sentencia y no parecer fujimorista, la preocupación de Dubois de que esto pudiera afectar el programa económico, etc.

Y ahí empezaron a aparecer abogados de nota que afirmaban que era una barbaridad la teoría del autor mediato, que podía interpretarse que todo lo que ocurrió dentro de la esfera del Estado en los 90 podía ser imputable a Fujimori, por ejemplo el robo de lapiceros, en alguna oficina de algún ministerio, y cosas profundas por el estilo; o que definieron el fallo como “ideológico”, es decir que sancionaba la opción anticomunista del régimen afín con la de los operadores del grupo Colina, pero no necesariamente alguna orden específica de actuación contra determinadas personas lo que supone que Rivas, Hermoza y Fujimori representaban algún pensamiento definido. Parecía, sine embargo, que el Perú iba a empezar a deslindar los límites de la responsabilidad de los tiranos, es decir si se pueden descargar de sus culpas por los hechos que se suscitan únicamente porque existe la tiranía y se garantiza la impunidad para que ocurran.

Pero de pronto la discusión cambió. Alguien dio la orden de desechar la defensa tipo Nakasaki basada en yo no sabía, yo di otras ordenes, me desacataron, no tengo idea de que era ese Colina, si los muertos no tenían nada que ver con la guerra para que iba a ordenar que los maten, etc.; y ordenó a su vez priorizar la busca de elementos que vinculen a las víctimas con la subversión (y que las condenen y las rematen después de muertas), y que demuestren finalmente que San Martín y el resto de su sala condenaron a Fujimori por la bagatela de matar terroristas, individuos a los que de todas maneras hay que eliminarlos para “salvar al Perú” (aunque muchas veces hayan terminado asesinando a Pedro Yauri por periodista o los campesinos del Santa por una disputa por tierras). Y esto es lo que se viene haciendo mediante la prensa y la Internet. Sí todos lo hacen (eliminar subversivos fuera de combate): la CIA, el Mossad, Colombia y otros, ¿por qué no también en el Perú?, ¿no somos acaso modernos y globalizados?

Que quede claro, nunca podrán probar nada contra personas a las que se les negó el derecho elemental a defenderse y a las que se asesinó por la espalda o a metralla pura; y más aún si se considera que los recursos de información que se están usando son de última categoría porque provienen de la actual Dircote (de la que podría contar mucho sobre sus “investigaciones” sobre los “vínculos con las FARC) y se apoyan en los más burdos sentidos comunes gestados en el período dictatorial y que fueron base de innumerables abusos: que todos los estudiantes internos eran senderistas, por el hecho de dormir en la vivienda universitaria; que cuando la detención policial no encuentra elementos para incriminar, establece una prueba para que años después se diga que “estuvieron detenidos, por lo tanto son terroristas”; que los jueces soltaban a los terroristas, o sea que los que salían después de un proceso eran inevitablemente culpables, lo que justifica eliminarlos para corregir a los jueces; etc.

Pero aquí lo fundamental es que quienes están en esta orientación están adelantando opinión sobre la segunda instancia del proceso, dándola definitivamente por perdida. Porque fuesen lo que fuesen los muertos de Martin Rivas, el punto en el juicio era si Fujimori lograba desligarse de ellos, como representante de la “otra estrategia”, la que defendía los derechos humanos aún de los principales cabecillas. Pero todo indica que sus partidarios, especialmente los del diario negro, han concluido que están haciendo el ridículo con estos intentos de exculparse y perdiendo puntos en su trabajada imagen de duros y de “únicos que se atrevieron a enfrentar al terrorismo”. Por eso, fuera de la Dinoes, el lenguaje es más abierto.

---

Alguien ha recordado que los jerarcas subversivos presos siempre son enjuiciables y que nadie se opondrá a que los condenen a las máximas penas, así no existan verdaderas garantías de debido proceso y los juicios se desarrollasen sin acceso público. Pero con los mandos medios y las redes sociales, no era lo mismo, porque era más difícil probar sus vínculos. Por eso era mejor sacarlos del camino a punta de balazos, y enviar mensajes no a la cúpula sino a los de su mismo nivel para que supieran lo que es el miedo. Se ha dicho que esa fue la lógica del juicio de Núremberg contra los nazis (y que los oficiales medios fueron eliminados por la culta Europa), y también la de Fujimori: encerrar a Gonzalo y diezmar a los gonzalistas, en el no tan culto Perú. Esta tesis se parece bastante a la que otros hemos desarrollado desde la orilla opuesta, cuando indicamos que había una política integral de romper los lazos entre la dirección y los destacamentos armados, eliminando a la gente de apoyo, lo que por extensión llegaba hasta personas no senderistas pero incómodas para la estrategia. Estro facilitó la captura de Guzmán y Polay, pero permitió la sobrevivencia de Feliciano. Artemio y José.

El resultado que tenemos es que detrás de este debate sobre muertos y repases, hay una verdad de fondo. El fujimorismo no puede desligarse de su entraña brutalmente autoritaria, a pesar de que ahora pase como uno de los partidos del sistema al lado del APRA y Unidad Nacional de Lourdes Flores. Y que tras la sentencia a 25 años ya no está peleando por la inocencia de su líder, sino por santificar sus delitos. A ver si ello ayuda a la candidatura de la hija, que es lo que parecen decirle las encuestas.

06.05.09
www.rwiener.blogspot.com

No hay comentarios.: