sábado, junio 06, 2009

Especialista en matanzas

Cuando Alan García ordenó la matanza de los penales, toda la prensa peruana dijo que se había realizado en “defensa de la democracia”. El presidente felicitó a todos los participantes y empezó un esfuerzo por atenuar la cifra de los muertos, mientras los soldados dispersaban los cadáveres en entierros clandestinos en cementerios informales en los alrededores de la ciudad. Pero unos días después se cayó la mentira y el presidente tuvo que retroceder y admitir que hubo asesinato de rendidos en Lurigancho y "excesos" de distinto grado. Ahí fue que lanzó su famosa declaración: se van ellos (los asesinos) o me voy yo. Y nadie se fue.

Después de la matanza de la selva, estamos viendo nuevamente a los operadores de García tratando de cambiar la realidad de lo ocurrido. La orden de Lima ha sido la de esconder los cadáveres y negárselos a sus familiares, mientras se informa de una cifra de nativos muertos que nada tiene que ver con los informes llegados de la zona de conflicto por los corresponsales de prensa, médicos y autoridades, ni con las fotos de los enfrentamientos. El propósito es decir que los masacrados fueron los policías, atacados suicidamente por los indígenas que con lanzas y flechas, se lanzaron contra 600 efectivos de la Dinoes armados con fusiles y granadas, respaldados desde el aire con helicópteros. Que la tropa hubiera llegado recién un día antes, en coincidencia con la maniobra de votación en el Congreso, seguro que era pura casualidad.

La mentira, como en el 86, tiene los pies cortos. Nadie, ni siquiera el PPC y los fujimoristas, parte de esta versión victimista. El gobierno ha vuelto a conseguir el aislamiento perfecto, y eso ha sido así porque los indígenas resistieron y la población de la selva se rebeló a la masacre. El incendio de los locales del Estado y del partido de gobierno simboliza este entierro del aprismo en el oriente peruano, cuyos parlamentarios de selva: Pastor, Zumaeta y otros, combaten ahora a sus adversarios atrincherados en Lima de donde difícilmente podrán salir. Ningún otro partido quiere pasar por esta suerte y algunos de ellos más bien tratan de sacudirse de su corresponsabilidad en haber obstaculizado el debate sobre los decretos legislativos cuya derogatoria reclamaban los indígenas.

Van a pasar los días y el gobierno va a terminar pagando sus culpas por la matanza de la selva. Entonces quedarán claras las órdenes de desalojar lo más pronto posible y con uso de los medios de guerra disponibles, lo que los generales interpretaron, como el 86, como una orden de matanza. Sólo que ahora el gobierno es mucho más débil del que había hace 23 años. El especialista en masacres que se escapan de las manos, debe estar sintiendo que en una semana (caso Panamericana, caso Bagua) echó a perder todo el trabajo de reconstrucción de su imagen y la de su gobierno desde su famosa maniobra de octubre de nombrar a Simon para tapar el caso de los petroaudios. Lo piensa, pero no tiene el margen para reconocerlo. Las mentiras de estos días son un salvavidas de un gobierno que naufraga. ¿Y ahora quién es el que se va?

07.05.09
http://www.rwiener.blogspot.com/

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