martes, noviembre 23, 2010

La encuesta de CPI

Según la última encuesta de CPI, algo así como el 72% de los electores entregaría su voto, si las elecciones fueran mañana, a candidatos del continuismo económico y político, en franca contradicción con otra medición que indica que casi el 70% reclama un cambio de programa económico y un alto porcentaje desconfía de los viejos políticos. La misma encuesta asigna 8% a Ollanta Humala y deja alrededor de 9% en el limbo de los indecisos. A primera vista todo estaría resuelto, los fantasmas del 2006 enterrados y la solidez del actual sistema fuera de toda duda. En cierta forma hemos vuelto a un escenario equivalente al de inicios de este año, en el que el casi el 80% de los votantes en Lima ya estaban alineados con Lourdes Flores o Alex Kouri.

Curiosamente en este conteo, la irrupción de Toledo, que es el acontecimiento de la encuesta, ascendiendo de 14.6 a 20.5%, no representa una merma para Castañeda que incluso gana un punto adicional de 23.1 a 24.1%, mientras que Keiko se mantiene estancada. A su vez Meche Araoz entra en escena con 7.5%. Lo que quiere decir, en resumen, que hay una ganancia de más o menos 13 puntos para estos cuatro candidatos, más o menos intercambiables, un mes y medio después de las elecciones municipales y regionales, cuando todos ellos formaron de alguna forma parte del pelotón de los derrotados.

¿Cómo hicieron para recuperarse tan rápidamente, arrebatarle intención de votos a la izquierda y definir a los indecisos?, ¿de dónde sale finalmente Toledo? Tenemos varias hipótesis: (a) la operación impedir una victoria clara el 3 de octubre (no necesariamente robarse la elección, porque eso era demasiado difícil), fue deliberada, y consiguió dispersar y desorientar a los ganadores, y hacerlos aparecer como los que tenían las mayores dificultades para pasar unidos y con punche a la siguiente etapa del proceso 2010-2011; (b) la ganadora de Lima interpretó su voto como un mandato puramente municipal y se negó a convertirlo en plataforma para una lucha nacional por el poder y dejó más bien abierta la posibilidad de canalizar parte de su apoyo hacia Toledo o hacia una candidatura sin futuro de Fuerza Social, pero en ningún caso apuntalar la posibilidad de una victoria de Ollanta Humala; (c) Ollanta Humala y la parte de la izquierda que quisiera llegar a un acuerdo para las elecciones, han pasado varias semanas de declaraciones por la unidad y pasos hacia cualquier lado, alimentando la confusión en los electores que no están viendo una voluntad de poder equivalente a la que existía en el 2006.

Toledo está siendo favorecido por la indefiniciones en el campo de Ollanta, Susana y el resto de la izquierda. El cholo se mueve para decir que él es casi izquierdista (para lo que se llena de discurso social) y está empezando a invadir las regiones y los gremios para ofrecerles lo que pidan y enrolar dirigentes en sus listas locales. Es una falacia decir que esto se debe a que Humala se está volviendo de “centro” (otros dicen lo contrario, que Ollanta declina porque está demasiado a la izquierda y no quiere moverse al centro), sino porque con toda la fuerza transformadora que inspiran sus propuestas y sus gestos de no dejarse envolver por los cantos de sirena del sistema, le está faltando el empuje ganador que antes tenía. En todo caso está permitiendo que en el espacio de los sectores que apuntan al cambio no exista liderazgo y determinación.

Estoy pensando que este interregno va a durar todavía algunas semanas. Después de eso veremos la verdadera campaña, en la que los votantes escogerán alternativas y no sólo personas.

22.11.10
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Juan A. Cavero G. dijo...

En 2006, al pasar a segunda vuelta electoral Humala y García, la totalidad de periódicos de circulación nacional y de emisoras de televisión cerraron filas a favor del aprista, considerándolo el "mal menor". Según las encuestas García tenía 60 y hasta 70% de preferencias para la segunda vuelta, y con tan abrumador apoyo mediático, Humala debía ser aplastado como una cucaracha. Sin embargo, la derecha obtuvo un triunfo estrecho de 52 a 47%, que a largo plazo podría ser pírrico. Humala pagó las consecuencias de haber requerido de la nauseabunda UPP para postular, y de haber escogido oportunistas como Torres Caro, Mekler o Saba, para sus listas.
Han pasado 5 años y la derecha busca crear una matriz de opinión en el sentido que el voto por Humala es un voto desperdiciado, debido al bajo nivel que le atribuyen sus encuestadoras. Llama la atención que alguien con 5 o 6% de preferencias, según aquéllas, preocupe tanto a la derecha.
Como la verdad no puede ser ocultada perennemente sin pagar las consecuencias, esas mismas encuestadoras tendrán que ir variando sus cifras, para que éstas vayan reflejando la voluntad de cambio de una buena parte de la población y que no es representada por Castañeda, Fujimori, Aráoz, Toledo o Kuczynsky.