domingo, abril 10, 2011

La teoría de los tercios en el actual proceso electoral

En estos días finales de la campaña electoral me han venido a la cabeza algunas de las lecciones que recogí hace un año durante las elecciones chilenas. Ahí también se podía escuchar menciones al “peligro” en que se encontraba la democracia. Y a todo lo que nos había costado dejar atrás a la dictadura, para que el fantasma del general volviera escondido detrás de las sonrisas y las frases conciliadoras de Sebastián Piñera. Y, lo que uno fácilmente podía sacar en claro era que mucha gente se había fatigado de oír ese discurso cada vez que había elecciones.

Veinte años de concertación habían sido desde el punto de vista económico iguales o tal vez peores que los del neoliberalismo dictatorial. Y desde el punto de vista político, habían mostrado una inconfundible conciliación entre los herederos de la dictadura y los restauradores de la democracia. Se llevaban tan bien en el Congreso y en la política cotidiana, que muchos empezaron a sospechar electorales no eran más que eso, puramente electorales. Todo esto sin contar los temas de corrupción que salpicaban a los dos sectores, aunque se diga que los desarreglos chilenos son nada si se comparan con los peruanos.

El país dividido entre la ex dictadura y la semidemocracia había crecido de manera constante y a veces sorprendente, había mejorados sus indicadores sociales, pero igual había un enorme descontento ante el inmovilismo y los engaños repetidos. Esto dio origen inevitablemente a un tercer sector que congregó a los que no se sentían representados ni por la concertación ni por el neo pinochetismo. Y esa corriente finalmente dejó planteada la hipótesis de un país diferente, que no cuajó, pero les dio la estocada final a los demócratas insulsos que creían que podían dominar el poder para siempre.

Es obvio que el Perú es muy distinto que Chile. Pero tampoco es ese terreno de incertidumbres o de virajes sin sentido que expresan los analistas de derecha que no entienden porqué un candidato iba muy adelante en febrero y ahora parece que llegará cuatro. Y otros iban rezagados y se recuperaron rápidamente. Es que lo loco no es lo que estamos viendo al final del proceso, cuando los espacios se decantan claramente en tres campos: el de los herederos del autoritarismo de los 90, el de los que quieren “salvar” la democracia estéril de los 2000, y el de los descontentos con ambas cosas.

Eso tiene lógica y no el trío que se creía ya consolidado en la punta en el mes de febrero, y que los medios engreían como si entre ellos ya estaba el próximo presidente. Las agrias disputas entre Toledo y Castañeda, y luego entre Toledo y PPK, que parecían por un momento una puja por el primer puesto, eran en realidad un reflejo de la división del grupo de los que encarnaron la “transición” post fujimorista, y que como en Chile, mantuvieron íntegro el sistema económico de los 90, como si no pudiera buscarse alternativas, e intentaron su profundización, y que en los político conciliaron con el viejo régimen hasta el punto de haberle devuelto su plena legitimidad, para que hoy los amenace con dejarlo fuera del poder.

Y, claro, los que se sintieron alguna vez engañados por Fujimori y el no shock, enfrentado a la derecha de Vargas Llosa, que se convirtió en el presidente del supershock y en el exponente de la nueva derecha autoritaria; y los que volvieron a pelear para echar al dictador en el 2000, sólo para volver a ser traicionados por Toledo, PPK, Flores, García y Castañeda; tenían que buscarse tarde o temprano su propio espacio. Eso es lo que germina con Ollanta Humala. Hay que entender que lo que no tenía sentido era un escenario electoral en el que el 60 o 70% pedía cambios urgentes y el 85% de las intenciones de voto era para candidatos que decían que no había que mover los pilares del crecimiento.

Es decir, nadie podría discutir el vacío de partidos en el país. Pero eso nada tiene que ver con que no haya sentido en las opciones de la gente. El truco no está en lo que expresa el fujimorismo o el nacionalismo, que a pesar de sus esfuerzos para evitar el debate de los aspectos más filudos de sus propuestas, todos los identifican como la derecha dura y la izquierda. El problema está en los que nos han gobernado durante diez años, que han hegemonizado el discurso con el cuento que ellos representan la modernidad y la democracia.

Si ninguno de los tres del grupo que Toledo llamó democrático, esto es en el que están el ex presidente, el ex premier y el ex alcalde, pasa a segunda vuelta, lo que va a pasar es que va a haber una intensa crisis de identidad en este sector político, que va a tener dificultades muchísimos mayores para el endose que hizo en el 2006 en favor de Alan García. Ya no se tratará sólo de perdonar los pecados económicos de un ex gobernante, sino de completar el ciclo de dictadura-transición-regreso de los representantes del régimen dictatorial, que ha ocurrido en otros países del mundo, pero que aquí se intentará hacer con el voto de por lo menos de una fracción de la “democracia”.

Fatal para ellos.
10.04.11
www.rwiener.blogspot.com

No hay comentarios.: