domingo, junio 26, 2011

Nueve muertos en una semana

Transferencia sangrienta

A Toledo le costó una elección darse cuenta del enojo de los peruanos que no compartían sus entusiasmos por lo que fue su gobierno de comienzos de los 2000; a García, también enamorado de sí mismo, y del crecimiento económico y las inversiones, le está tomando ocho muertos en una sola semana llegar a la misma conclusión, cuando se preparaba más bien para una despedida plena de inauguraciones, cristos sorpresivos y trenes de Odebrecht.

Nueve muertos es una cifra escalofriante. Un promedio de más de un muerto diario, para un país que todavía está viviendo la fiesta de la victoria del 5 de junio y en el que a cada paso nos tropezamos con las esperanzas que se han activado en la gente. Es algo muy siniestro que a alguien se le haya ocurrido dejar crecer los conflictos y disparar sobre los protestantes, que no por casualidad proceden de pueblos en los que la votación por Ollanta Humala anduvo cerca del 80%.

¿No será que García se ha lanzado a provocar a estas poblaciones que se sienten ganadoras y con derechos fortalecidos y está metiendo una brecha de sangre entre el Estado y las poblaciones más pobres del país, antes de entregar las riendas del Estado? ¿Por qué tienen que morir pobladores para que se imponga restricciones y regulaciones a la actividad minera o para que dos provincias llenas de carencias se pongan de acuerdo sobre si debe haber una universidad provinciana frente a la de la capital del departamento, cuando los recursos públicos existentes no son suficientes para el funcionamiento de una sola de ellas?

Lo más sorprendente es que García ni se conmueve con el rastro de sangre que está dejando en las últimas semanas en el poder. No es que no haya habido decenas de muertos, en estos años, como atestiguan Bagua, Chala, Madre de Dios, Ayacucho. Pero que la violencia represiva se extreme por un gobierno a poquísimas semanas de salir de escena es algo fuera de lo normal, que fácilmente encaja en un plan maquiavélico.

A algunos les parece que la explicación de lo que está pasando está en los líderes de la lucha y en su intransigencia para lograr soluciones duraderas. ¿No será que Aduviri, o los estudiantes de Huancavelica y Tayacaja, están siendo manipulados por otros intereses que buscan desestabilizar la transferencia? Tremendo error. En primer lugar porque los problemas existen y son relativamente antiguos, y el gobierno los ignoró hasta que se volvieron incontrolables. García estuvo dispuesto a frustrar las elecciones en Puno antes que ceder a derogar el decreto de concesión minera en la zona de frontera que los aymaras rechazaban. Y cuando le anunciaron que el paro continuaría después de la elección hizo como que no escuchaba y siguió dejando correr la bola hasta que se impuso la intransigencia.

Si el gobierno permite que la protesta se haga dura e inflexible, no puede acusar de cerrazón a los dirigentes y a las bases que ahora sólo aceptan soluciones de largo plazo. Ya no sólo que se suspenda o se vaya la minera canadiense, sino que se prohíban nuevas concesiones en su territorio. No sólo que no se recorte los fondos de la universidad, sino que los problemas múltiples de este departamento postergado, incluidos los de la educación, empiecen a ser atendidos por el gobierno central.

El efecto 5 de junio

La victoria de Ollanta Humala en 19 departamentos y en cerca del 80% de las provincias y distritos del interior del país, es aunque se diga lo contrario, una revolución en las relaciones de poder existentes en el país. Significa que por primera vez en la historia el voto significa algo más que un elemento reproductor y convalidador del orden establecido y para dejar las cosas como han estado siempre. Los efectos de esta conmoción están todavía muy lejos de hacerse evidentes. Por eso hay personas que repiten ¿y qué hacen los aymaras en San Borja?, ¿o que hacían los huancavelicanos en la Plaza Dos de Mayo?

No hemos entendido que estas poblaciones están como cualquier ganador de las elecciones exigiendo un nuevo trato con el poder. Sólo que las comunidades y los sectores populares, no caminan por el lado de las reuniones privadas con el nuevo presidente, sin o que se apoderan de la calle para que sus mensajes sean recepcionados con toda claridad. Todo indica que Ollanta sí está entendiendo este sentimiento y por eso insiste tanto en que no habrá grupo económico que pueda imponerle la agenda de Estado.

La cuestión es que tenemos todavía por delante treinta días de un García dispuesto a hacer trampa cada vez que la ocasión se lo permita. Y en ese lapso lo que estamos viendo es que el gobierno vencido y repudiado sigue actuando como si las urnas le hubieran dado la razón y hubieran respaldado el delirio presidencial de creerse dueño de la verdad y de la historia. Acuérdense las varias veces en que García ha dicho que la policía debería disparar antes de pensar. Y no ha aprendido nada de Bagua, donde inventó la historia de los nativos atacando policías, cuando la orden de desalojo violento la dio personalmente, por lo que hasta hoy ninguno de sus ex ministros comprometidos quiere asumir su responsabilidad.

La teoría del caos

Si es cierto que García se crece al borde del abismo, aquí lo tenemos creando sus propio caos de fin de gobierno para trasladarlo a su sucesor y reaparecer más adelante como alternativa de orden. No olvidemos al García de los petroaudios y los chuponeos, de la crisis internacional y del terremoto, convertido en moralizador y perseguidor de corruptos, mientras eliminaba las huellas que lo incriminaban directamente, en economista global y reconstructor privatizante. Esta capacidad mimética lo convierte en un factor permanente de la política que se resiste al retiro.

Hoy la señal que nos está enviando es que no pudo impedir que el que no quería fuera presidente, pero que si puede hacerle lo más difícil una transferencia ordenada y pacífica que permita al nuevo presidente enfocarse en los puntos clave de su propuesta y en un proyecto de cien días que galvanice al país.

Para conseguir el caos basta dejar que crezcan los conflictos latentes hasta hacerse incontrolables y luego disparar sobre ellos. El poder de Lima contra las provincias, las comunidades y los pobres, como en las elecciones.

26.06.11
www.rwiener.blogspot.com

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