sábado, julio 30, 2011

Principios y valores del 79, se contraponen al neoliberalismo salvaje de los 90

La realidad es que hoy estamos con la Constitución de 1993. ¿Quiénes son los padres políticos de esa Constitución? El respaldo para aprobarla fue fujimorista. ¿Cree usted que Keiko Fujimori va a dar un golpe de Estado contra la Constitución del 93, que es la razón de ser del fujimorismo?

La Constitución del 93 es en el fondo el programa de gobierno del fujimorismo, es el eje de la política fujimorista, ahí está la doctrina. Obviamente, cualquier medida inconstitucional implicaría la destrucción de esa Constitución, de tal manera que sería un atentado contra ella misma, un absurdo. Por eso la garantía del orden constitucional está con Keiko, no con Humala.
Entrevista a Francisco Tudela, 4 de Mayo 2011
“En política hay que saber perdonar y olvidar”

La recuperación del colapso económico de la década de 1980 y el crecimiento promedio de 7 por ciento anual experimentado por el Perú en los últimos cinco años son el resultado directo del modelo económico de la Constitución de 1993.
Plan de Gobierno de Fuerza 2011

Durante la campaña electoral, los “líderes de opinión” de la derecha centraron una parte de su ofensiva en la propuesta nacionalista de impulsar el cambio de la Constitución, afirmando que al declarar esa intención se generaba inestabilidad y se asustaba a las inversiones. Asimismo los políticos del período post-fujimorista (Toledo, PPK, Castañeda) asociaron maliciosamente la discusión constitucional con una no confesada intención de introducir un artículo a favor de la reelección presidencial, obviando que precisamente el documento de 1993 fue un ticket para el reeleccionismo, hasta que fue modificado sobre la marcha en los días de la transición a finales del año 2000.

La constitución y los programas de gobierno

En las versiones reajustadas del programa nacionalista efectivamente el tema de la constitución quedó silenciado, con una expresión pública de que las reformas se propondrían directamente al Congreso (renuncia a la idea de la Constituyente) y se someterían al procedimiento de modificación del propio documento: votación calificada en dos sesiones legislativas; y una privada, que indicaba que no había suficiente comprensión de la gente sobre este asunto por lo que no ayudaba a la victoria electoral. El hecho es que la derecha que se consideró vencedora en este y otros aspectos puntuales del debate de plan de gobierno, ignoró a su vez el mensaje fujimorista sobre la Constitución de 1993, definida por Francisco Tudela como “la razón de ser del fujimorismo”,… el fondo el programa de gobierno del fujimorismo… el eje de la política fujimorista… la doctrina…”, y ensalzada en su plan de gobierno como la madre del crecimiento económico y de todas las supuestas virtudes del modelo económico.

En otras palabras no se podía siquiera considerar la posibilidad de la reforma de la Constitución, pero sí se podía permitir que un sector político, que encarnó un poder dictatorial corrupto, nos refregara en el rostro que fujimorismo y la carta inamovible del 93, eran la misma cosa. La derecha mediática que pretendía ser “pragmática”: esta es la Constitución de hecho y no tenemos otra; nació de manera espuria, pero funciona; es más liberal en lo económico que la anterior y eso es lo que importa; etc.; ignoró el significado de las reivindicaciones de identidad que hacían todos los del color naranja, desde el atildado ex canciller, hasta las destempladas Chávez y Salgado.

Razón tenían, sin embargo, los del partido de la DIROES, ya que ellos fueron los únicos que redactaron, votaron y aprobaron el mamotreto del 93. Por tanto la defensa actual de su contenido es el reflejo de la situación de poder de hace casi veinte años. Los fujimoristas se impusieron con un golpe, una negociación tramposa con la OEA, un referéndum fraudulento; y una reelección en la que todos los partidos se integraron al nuevo sistema. Esa fue una victoria estratégica que no se canceló por el efecto de la crisis del año 2000 y la fuga de Fujimori a Asia. Lo que nos acaba de recordar la grita de 28 de julio de las fujimoristas más avezadas, es que el orden político peruano está amarrado al culto de la Constitución del crecimiento, que es la que garantiza el engrampe entre el fujimorismo fundador e inspirador, el poder económico dominante y la derecha que no puede proponer nada diferente.

El discurso de Ollanta

A Ollanta Humala le ha bastado una aguda frase recordatoria de que la Constitución del 79 y el Perú de esa época tenía principios y valores que luego fueron puesto de lado, sin nada de principio o de valor que lo reemplace, para revelar la trama de un país que requiere reformas estructurales que tocan el meollo de la Constitución, pero al que hasta hoy le han amarrado las manos. Traición, golpe de Estado, han gritado los traidores y golpistas de los 90, ante una simple invocación a la superioridad moral de un orden constitucional sobre el otro. Retórica, simbolismo, falta de oportunidad, ha apuntado la derecha que se da cuenta que su juego está a punto de quedar al descubierto. Pero Ollanta ha puesto un punto clave sobre la mesa: no hay transformación profunda del país, inclusión social y sociedad viable, sin un camino de principios y valores. Uno puede mejorar o enriquecer los que se declararon en 1979, pero no se puede negar que tras ellos había un consenso democrático y no una hegemonía avasalladora impuesta por un golpe de Estado. El Perú de 1979, como el mundo de esos años tenía sueños de libertad y justicia que la Constituyente recogió en su texto y que venían apuntalados por un pueblo que se había levantado contra la dictadura militar. Nada de eso hubo tras el documento de 1993.

El punto es lo que viene ahora que se han deslindado los campos y que se ha visto que los derrotados del 2000 y el 2011, se sienten tan fuertes como para desconocer al presidente de la república e invocar abiertamente a las fuerzas armadas para que restituya el orden, tal como lo entienden. Este golpismo incorregible del fujimorismo coloca a los supuestos garantes de la democracia en una delicada posición. Ahora tendrían que detener a sus primos fujimoristas y aislarlos como un brote golpista, pero eso equivale también reabrir la cuestión constitucional. Y es que el problema es cuál es el consenso que crea país en el Perú de hoy. No es el del 93, definitivamente. Lo que urge es una discusión abierta. Sin fantasmas y chantajes.

31.07.11
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Juan A. Cavero G. dijo...

Es urgente que Gana Perú, mediante el recojo de firmas, promueva un referéndum para la convocatoria a una Asamblea Constituyente soberana y con poder, que termine con el absurdo imperio del mamotreto constitucional del delincuente Fujimori. En este sentido, sería valioso el concurso del ministro de Justicia Francisco Eguiguren, quien es partidario de una nueva Constitución.