lunes, septiembre 19, 2011

El revés del drama del 11 S

Respeto a las casi tres mil víctimas de los atentados del 11 de septiembre, cuya muerte no sólo fue injusta sino que , contra su voluntad, se convirtieron en el pretexto para una ofensiva imperial que ha llenado al mundo de guerras interminables y ha alimentado la crisis general del sistema capitalista.

Lo peor de la reacción de la elites de Washington ante la destrucción de las torres gemelas, los muertos del Pentágono y los aviones lanzados a tierra, es que entendieron estos ataques como un producto de la maldad de sus enemigos y como un desafío a su capacidad de reaccionar. No vieron ni por un instante la acumulación de odio que condujo a 19 personas a inmolarse voluntariamente con tal de poder herir el orgullo del gigante y a una vasta red internacional a cooperar para generar el mayor daño posible a la primera potencia del mundo. Sin el sufrimiento palestino, el militarismo israelí, las derrotas árabes, la primera guerra de Irak, sin contar el intervencionismo yanqui en otras partes del mundo, no hubiera podido ocurrir un terror de tan grandes proporciones.

Cuando de todas partes llegaron las muestras de condolencias y solidaridad, y se esperaba que Estados Unidos encabezara una investigación en profundidad de los hechos y un implacable juicio sobre los responsables, lo que hizo Bush fue montarse en la tragedia para remover el ánimo de venganza, echar al tacho los gestos del resto y convertir sus acusaciones sobre otros pueblos en verdades demostradas. Así, la mayoría, nos enteramos recién de la existencia de Bin Laden y al mismo tiempo de que era el único que podía ser culpable delo que había pasado, sin que sepamos hasta ahora como lo adivinaron, sobre todo por los muchos lazos de la familia Bush con el saudita y los suyos.

También que Bin Laden estaba en Afganistán y que para capturarlo era necesario invadir el país, derrocar al gobierno y desarrollar una guerra que ya va a cumplir diez años. Es decir, Estados Unidos inauguró de pronto la guerra total contra un solo hombre que ha acabado cuando se le declaró muerto a comienzos de este año en un ataque en Pakistán, no en Afganistán donde siguen las tropas antiterroristas matando afganos. Otro caso, aún más grave, fue la declaración de Irak como el enemigo a futuro, es decir el que según el presidente de Estados Unidos estaba preparando armas de destrucción masiva para los próximos atentados en alguna ciudad de Norteamérica. Claro que ninguna arma de este tipo se usó el 11 de septiembre ni en los atentados posteriores en Madrid y Londres.

Y tampoco hubo nada de este armamento en el Irak destruido por la ira vengadora de Washington. Peor aún, poco a poco fueron surgiendo las evidencias de que las justificaciones de la invasión fueron construidas a través de la mentira, manipulando la documentación de la propia CIA. Bush quería hacer la guerra a Irak, derribar a Hussein y quedarse con su petróleo. Todo indica que esta decisión fue anterior a septiembre del 2001 y algunos van mucho más allá anotando que el republicano estaba buscando un pretexto para actuar, lo que alimenta la teoría del autoatentado o de que el gobierno sabía del ataque y dejó hacer.

El 11 de septiembre inició una fase de mayor imperialismo, en la que el gran poder global se ha declarado bajo amenaza permanente y esto le permite clasificar a los pueblos de acuerdo a su grado de peligrosidad para sus intereses. A las guerras de Afganistán e Irak, le ha seguido la de Libia y de ahí puede fácilmente llegarse a un choque con Irán, Siria o Corea del Norte. Una locura guerrerista que no ha impedido que el décimo aniversario del 11-S haya estado marcado por una paranoia frenética, en la que los estadounidenses esperaban un ataque inesperado desde cualquier flanco. Sin Bin Laden, Hussein, Gadafi y con guerras abiertas o latentes en muchas partes los yanquis siguen cada vez con mayor miedo la posibilidad de un nuevo mazazo de la violencia en alguna de sus principales ciudades, y las acciones de sus gobiernos no parecen ofrecerles una verdadera tranquilidad.

Es lo más parecido a un círculo vicioso. Estados Unidos imagina un mundo manejado por el temor a sus reacciones y a su poder armado, pero esto trae inevitablemente el riesgo de que sus enemigos le pasen la cuenta por las vías más bárbaras. Si en diez años de guerras interminables las administraciones de Bush y Obama han cobrado casi 500 veces el número de víctimas del 11 de septiembre, ¿de qué tamaño puede resultar el siguiente ataque?, ¿y cómo van a evitarlo? La transformación del Estado formalmente democrático en otro represivo y antiterrorista, no es una gracia ni era inevitable tras el 11 de septiembre. Como no lo era el enorme déficit fiscal y el endeudamiento causado por las aventuras guerreras que ahora está destruyendo todo el sistema de bienestar, ni la posibilidad de una victoria del “tea party” (republicanos de ultraderecha) en las próximas elecciones. Pero todo esto está ocurriendo como un conjuro, frente a lo cual dl mundo debe ponerse en alerta, antes que la suma de todas las venganzas haga invivible este planeta que bastante ha tenido que sufrir.

18.09.11
www.rwiener.blogspot.com

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