miércoles, octubre 10, 2012

Abadía

Ahora aparece “Abadía”, el agente secreto que el ejército tenía infiltrado desde 1988 en Barrios Altos para identificar a los heladeros senderistas y que ahora está condenado como miembro del Grupo Colina, prisionero en compañía de Santiago Martin Rivas, Jesús Sosa y Carlos Pichilingüe que accionaron las automáticas contra los asistentes a la pollada de Jirón Huanta en noviembre de 1991.

En medio del debate sobre el indulto para Fujimori, la entrada en escena de este nuevo elemento del que se habrían olvidado los jefes que lo mandaron a la misión, apunta a decir que los muertos y heridos de esa trágica jornada no eran inocentes civiles, lo que algunos creen que favorece al reo de la DINOES, al atenuar la gravedad de la falta. Aunque se niega, la tesis latente es que matar subversivos sin armas y en reunión familiar es menos malo que hacerlo contra víctimas aleatorias.

Marcos Ibazeta, el mismo que encarnó la reorganización autoritaria del poder judicial bajo Fujimori, ha avanzado que podría haber otro juicio sobre Barrios Altos tomando en cuenta que en la sentencia de César San Martín y la sala que juzgó a Fujimori, se asegura que no se ha probado la militancia senderista de ninguna de las víctimas del Grupo Colina. Claro que ahora lo que se tiene son las palabras de una persona que admite haber sido el que dio los detalles de la pollada que Martin Rivas iba a masacrar y que a la vez pretende que esta confesión de parte le otorgue autoridad para cuestionar a los muertos.

Nadie ha pensado que los miembros de Colina actuaban matando al primero que se le presentaba en su camino y que alguna referencia tenían de vínculos con la violencia en el blanco elegido. El dato clave es que ellos actuaron dentro de una guerra paralela, operando sobre informes de sus agentes tipo “Abadía”, y disparando antes de preguntar o probar cualquier eventual delito. Obviamente los afectados nunca perderán la presunción de inocencia porque se les negó el derecho de defenderse y eso es lo que los jueces consignan en su fallo definitivo y que ninguna jugada política podrá modificar.

Pero al lado de eso está el modus operandi de los asesinos que llegan a la pollada y ametrallan a los presentes sin discriminar hombres, mujeres, ancianos y niños. Esa es la forma más cobarde y brutal de terrorismo paraestatal. Si “Abadía” brindó la información para este baño de sangre debería estar mordiéndose la lengua y por más que entre todo los baleados hubiera uno o más miembros de Sendero, eso no cambiaría el procedimiento bárbaro de tirar al bulto para todos mueran.

“Abadía” por supuesto no presenta otra prueba nueva que sus propias palabras y su claro propósito de ser separado de los alcances del proceso contra el Grupo Colina. Pero lo curioso es el diario que lo acoge y lo pone en primera página cuál si fuera el portavoz de un giro nuevo en el caso en el que Villa Stein quiso lanzarle un salvavidas a los Colina y terminó naufragando ante la Corte de San José.

En vez de discutir el papel del “soplón” que colabora con la matanza sabiendas que sería una acción indiscriminada, se entusiasman con el tipo que vivió entre heladeros senderistas. Y eso, ¿qué? Si el delito fue matar supuestos senderistas presentes en una reunión social. Y mataron a la reunión misma. Y pocos días después el presidente Fujimori los habría de felicitar por “acción distinguida”. Esa es la historia, nada más.

10.10.12
www.rwiener.blogspot.com

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