viernes, febrero 15, 2013

Negacionismo universitario


Uno de los más grandes errores del gobierno de Velasco fue la ley universitaria dictada en 1969, que lo enemistó con la juventud. Así en el mismo año en que se dictaba la reforma agraria y se sucedían las nacionalizaciones y los impulsos reformistas como la nueva ley de industrias, los militares en el poder intervinieron varias universidades y se metieron en un espiral de enfrentamientos que duró varios años.

La razón para tamaño lío era elemental. En la mirada castrense, las universidades eran el centro de desórdenes y de demandas políticas que muchas veces eran abiertamente críticas al poder. Y lo que estaba faltando era disciplina, orden y autoridad, lo que se conseguía fortaleciendo al rector que para el caso era el comandante de la nave, reduciendo los derechos de participación de los subordinados, es decir de los estudiantes, maestros y trabajadores, y usando el garrote policial y militar como instrumento de pacificación de las revueltas.

Se olvidaba por cierto de que uno de los elementos dinámicos que llevó a la revolución de 1968 y a la derrota del viejo Estado oligárquico fue una amplia inquietud estudiantil por el cambio. El gobierno de Ollanta Humala parece, a su vez, que está afectado de la misma mirada brutalmente errónea que equipara la universidad con el desorden, con las mismas anteojeras militares: culto al poder del rector y amenaza de intervención unilateral de la policía sobre el campus, con la peculiaridad que carece de la fuerza de reforma y soberanía del velasquismo del que dijo alguna vez que era su inspiración política.

Un proyecto de ley del Ejecutivo sobre asuntos de seguridad y orden en las universidades está en la mesa del Congreso, y su contenido difiere de las propuestas de diversos gremios universitarios y de los propios rectores, que apuntan a los verdaderos problemas de la educación superior peruana. Pero el gobierno del negacionismo imagina que si manda a la calle y de ser posible a la cárcel a la parte más movida del estudiantado, van a acabar las quejas contra los rectores que ahora van a poder hacer lo que quieran, y conseguir egresados recontratécnicos y no políticos como los que empezaron a gustarle al presidente en julio del 2011.

A la universidad no se la puede tratar a palos ni imaginar que se la regimenta, policial y militarmente, con el sustento de algunos rectores corruptos que están viendo la oportunidad para perpetuarse contra el resto de la comunidad universitaria. Si hay un lugar donde la democracia debe ser más potente y la autoregulación más eficiente, es en los centros donde se forman los futuros profesionales.

15.02.13
www.rwiener.blogspot.com

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