viernes, mayo 10, 2013

Casas presidenciales


Cuando era niño mi padre me enseñó que el símbolo de la corrupción del régimen de Odría estaba en las casonas que los amigos del general le obsequiaron a lo largo de su gobierno. Recuerdo haber estado frente a alguna de esas fachadas  que ocupaban el frontis de una manzana  en cuyo centro había un gran portón para el ingreso de sus habitantes. El siguiente gobernante venía de una cuna privilegiada y su familia era propietaria de numerosos inmuebles en la ciudad.

De Belaúnde, Velasco y Morales Bermúdez se sabe que nunca se mudaron, ni cuando estaban al frente de la presidencia ni cuando pasaron a cuarteles de retiro. Es con Alan García durante su primer gobierno que vuelve la danza de las casas. Ahí es donde algunos amigos empresarios convienen que este joven no puede estar viviendo en un modesto edificio de la Avenida Pardo y le regalan la casa de Chacarilla. Hacia el final de su gobierno, sin embargo, García ya tenía otras propiedades, incluida la casa de playa de Naplo que nunca pudo justificar de acuerdo a sus ingresos.

Fujimori también incrementó su patrimonio inmobiliario durante su gobierno con toda la enrevesada historia que siempre caracterizó a sus asuntos de dinero (usó la coartada de la venta de una casa para justificar el pago de los estudios de sus hijos en el exterior y mantiene otras viviendas sin saneamiento legal para evitar embargos en relación a la reparación civil pendiente de cancelación).

Y después de eso vienen los dos presidentes de la llamada transición a la democracia, que evidentemente tenían la obligación de recuperar la confianza de la población en la política y los políticos después de diez años de saqueo de la cosa pública. Pero, como se sabe, no fue así. Y ahora después de muchos escándalos tenemos a Toledo y a García haciendo esfuerzos por justificar las casas acumuladas en lo que va del presente siglo. La diferencia puede ser que García lo toma con desvergüenza dando a entender que la plata para él no es un problema porque sigue teniendo muchos amigos, mientras que el cholo se enreda, irrita y pretende que se le crea porque lo dice.

Pero en realidad aquí lo penoso es ver a individuos que aspiran volver a gobernarnos entregando explicaciones no creíbles sobre el aumento de su riqueza personal o familiar, y a equipos de partidos como el APRA y Perú Posible dedicados a buscar justificaciones que sólo acrecientan la desconfianza social. Temas como yo doy conferencias de 50 mil dólares y cobro lo mismo por ser director de la escuela de gobierno de la Universidad, o me adelantan las ventas de mis libros, son tan vacíos como aquello de que a mi suegra se le ha dado por llenarse de propiedades después de los 80 años.    

10.05.13

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