domingo, mayo 19, 2013

Mamacita, el estatismo


Nos llegó la hora del estatismo. Según Federico Salazar (El Comercio, 18 de mayo), socialistas tan conspicuos como Delgado y Humala van a decidir lo que nuestros hijos pueden comer, colocando restricciones a los horarios y contenidos de la publicidad de una lista de productos industriales que ya han sido identificados internacionalmente como dañinos para la salud, y prohibiendo su venta en los kioskos de los colegios.

En la misma edición del periódico de la familia, Boullard nos cuenta del pánico en que viven los propietarios de escuelas privadas cuando atienden a los padres que quieren matricular a sus hijos, por aquello de que podrían ser agentes estatales encubiertos, tratando de descubrir si se está solicitando alguna forma de evaluación para admitir a los pequeños, lo que está prohibido por otra ley Delgado que obliga a los centros escolares a no discriminar.

La zarina de los fines de semana, también se ocupa este sábado de la fiebre estatista de los Humala-Heredia, y le imputa una maldad adicional: reducir la cuota publicitaria de los medios (dicho sea en el buque insignia del conglomerado mediático que concentra más del 80% de la pauta publicitaria nacional). Así, poco a poco, el gobierno debilitará a la prensa, que es la que mejor asimila la comida chatarra, y la someterá.

Althaus, que escribe los viernes, reclama a su vez definiciones de los críticos (Levitsky), que consideran exagerada la campaña sobre estatismo en el caso Repsol. Y añade que los peruanos ya hemos optado por la economía abierta y, supongo, sin empresas estatales ni odiosas regulaciones. Y aquí está la clave de todo esto: ¿cuándo fue que “optamos”?, ¿acaso cuando se votó por el no shock?, ¿o durante el golpe de Estado?, ¿o con la Constitución 100% fujimorista?, ¿o cuando Toledo traicionó las promesas de los 4 Suyos, García el presunto “cambio responsable” y Humala la “gran transformación”?

Porque resulta que los ciudadanos y padres de familia somos bien grandecitos para escoger la comida de nuestros hijos, así sea dañina, y no nos afecta el bombardeo publicitario; pero no lo somos para definir el programa con que queremos que se nos gobierne. Ahí sí, nos convertimos en electarados, que escogemos lo que no debemos, y que somos corregidos después de cada elección por la presión de esa prensa y esos empresarios que ahora reclaman por los chizitos y la Coca Cola.

El estatismo es malo para la salud y para nuestros bolsillos dice el coro del diario que imagina que su careta de “serio” todavía goza de alguna credibilidad entre la gente, por eso debería estar prohibido pensar en normas de control, compras de activos o protección de los consumidores, sobre todo en el horario de protección de los adultos. No ven que por cualquiera de estas vías podemos volver a la nefasta herencia de Velasco.

19.05.13

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