domingo, junio 23, 2013

Brasil se rebela contra el fútbol

El país más amante del fútbol en el mundo se ha rebelado contra la prioridad que su gobierno le está otorgando al inmenso gasto que supone la realización de la próxima copa mundial sobre su territorio. Parece un extraordinario contrasentido.

El gobierno del partido que en algún momento era la extrema izquierda en el Brasil aparece ahora como tratando de explicar lo que podría haberse supuesto que iba a ser un motivo de orgullo y de tolerancia hacia cualquier exceso, con tal de darse el gusto de convertirse en sede del más importante evento deportivo del planeta.

Pero no. Ni el espíritu futbolero, ni el izquierdismo popular del gobierno (no hace mucho la presidenta registraba 74% de aprobación en las encuestas) han sido suficientes para que se encienda la chispa de la protesta y el primer movimiento se multiplique varias veces hasta convertirse en una revuelta que ha empezado a cambiar la geografía política de Brasil.

La idea del doble milagro carioca de resituar al país entre los grandes del mundo con enormes empresas que salen a conquistar el mundo en un esquema que no se diferencia gran cosa de lo que hacen las otras economía poderosas a las que se solía llamar imperialistas y al mismo tiempo lograr una mejora de las condiciones sociales, reduciendo la pobreza y mejorando los servicios sociales, se ha resquebrajado en estas jornadas de protesta.

¿Es tan milagroso lo ocurrido en el Brasil?, ¿significa algo para la gran masa eso de que vamos a ser muy pronto la quinta economía del mundo? ¿cuánto vale ofrecer el mejor campeonato de fútbol de la historia y el más caro, y casi de inmediato las olimpiadas?, ¿aseguran los programas sociales intensivos un clima de paz social para las inversiones y el crecimiento económico?, ¿mantiene el PT el suficiente control político-social como para que las actuales movilizaciones sociales no deriven por el camino en que fue la llamada “primavera árabe” o la más reciente crisis turca?

Hay sin duda un cierto desteñimiento de lo que se creía el infalible modelo Lula, que había ganado mayor fortaleza como alternativa para las izquierdas con el deterioro de la situación en Venezuela, pero tampoco hay que ir demasiado lejos, como los que cantan que el progresismo latinoamericano entró en fase de declive definitivo. Después de todo basta volver el rostro hacia Chile para ver allí también, enormes movilizaciones de jóvenes reclamando por la educación que en nada encaja con el mentado milagro neoliberal de eses país sureño.

Lo que debería inquietarnos es para cuándo la ola de los indignados, con todas sus furias y confusiones, arribará a nuestro país. Porque es difícil creer que la gente va seguir tragándose aquello de nuestro propio milagro, del crecimiento y  los programas sociales (que aquí son minúsculos). Tal vez por eso sonó tan hueca la reciente propuesta al país de Alan García.         

23.06.13

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