jueves, noviembre 14, 2013

Gobierno familiar

Las curiosas –por decir algo-, declaraciones del presidente Humala acerca de la modalidad “familiar” que afirma mantiene su gobierno, ha reactivado rápidamente el debate sobre la hipotética candidatura de la primera dama, también bautizada por el palomilla senior de la política peruana como la “reelección conyugal”. Era inevitable que así ocurriera, lo que hace pensar a algunos que la verdadera intención de esas palabras era recuperar el centro de la atención con un tema que siempre dará para primeras páginas.

Puede ser. Como también debe ser verdad que el efecto final de estas discusiones sobre si Nadine cogobierna y usurpa funciones de la presidencia, es oscurecer la imagen del primer ministro que pasadas tres semanas aparece tan deslucido como andaba su antecesor. Pero creo que en medio de la hojarasca se pueden distinguir otros contenidos en el planteamiento presidencial de los que también debiéramos preocuparnos.

Estoy con los que creen que lo que Humala señaló en Cerro de Pasco, apuntaba a contraponer su familia, su esposa y sus hijos, a la vida desestructurada de Alan García y Alberto Fujimori, y al aparente desorden familiar de Alejandro Toledo.  Algo así como que es el único presidente que no se divorcia, el que vive con los suyos, el que escucha a su esposa para las decisiones.

Hay quienes ven aquí una reivindicación del papel de la mujer haciendo política en todo el sentido de la palabra, y los que creen que estamos hablando de algo obvio, de que los asuntos de trabajo se conversan en pareja. Me temo que no es a eso que apunta Ollanta, sino a colocarse como representante de un segmento probablemente muy amplio de población que puede ver con buenos ojos que el presidente se erija en un guardián de la “unidad familiar”, así sea como idea y pretendido ejemplo.

En el Perú hemos visto a Fujimori volver a casarse con una japonesa de la que hace años no se tiene noticia; a Toledo divorciarse y volverse a casar con la misma persona y queriendo pasar desapercibido como si siempre hubiera sido una pareja feliz; a García yendo del brazo con Pilar al segundo gobierno, para anunciar su separación unos meses después. De Ollanta también se han deslizado rumores sobre desavenencias de alcoba. Pero todo se niega.

Más o menos como si el presidente tuviera alguna obligación política, más allá de lo personal, de ser un buen esposo. Pero eso no se pide ni a los ministros, ni a los parlamentarios, ni a las demás autoridades, porque evidentemente cómo le va a uno como pareja no corresponde a un plan político ni a un modelo que queremos imponer a los demás.

Saliendo de una visita al cardenal Cipriani, el candidato Humala se definió como un “católico conservador”. A los que no nos gustaron sus expresiones, todavía nos faltaba tiempo para conocer todas sus implicancias.   

14.11.13

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