miércoles, enero 15, 2014

Manuel Cortez


La izquierda de los 70 ha empezado a irse.

No lo pensé cuando estaba enfermo y con diagnóstico pesimista, pero tuve la intuición cuando ocurrió lo de Diez Canseco.

Era demasiado perder al gran líder de una generación política y darse cuenta que la condición de sesentones nos había hecho mucho más vulnerables a enfermedades crónicas o ataques repentinos.

El año 2013 lo recordaré por los amigos que perdí y mucho menos por la salud que recuperé.

No quiero hacer aquí una lista de las despedidas que tuve que acompañar porque tendría que contar mi historia con cada compañero y eso lo dejo para mis sentimientos más íntimos.

Y no se sorprendan si les digo que creí que al cambiar el año podía girar la suerte. Pura superstición, ustedes saben.

Pero ayer abro mis correos y me encuentro con otra muerte emblemática que me ha remecido en lo más profundo.

Manuel Cortez era uno de los más fuertes entre los nuestros. Se hizo obrero muy joven para convertirse en sindicalista y vivir toda su vida como parte de la clase trabajadora.

La juventud de esos años era así.

Fue secretario general del sindicato de Siderperú, cuando esa organización era un centro de la vanguardia política del movimiento obrero peruano y se podían contar por decenas o cientos, los obreros politizados, con una formación que muchas veces superaba a los universitarios.

También encabezó por largo tiempo la FEDISETA, federación de trabajadores de la provincia del Santa, que era conocida como una de las más combativas del país y que fue uno de los actores de los movimientos de finales de los años 70 que echaron a la dictadura de Morales Bermúdez y cambiaron la historia.

Tengo el recuerdo de que el año 1985, en pleno auge de Izquierda Unida fue elegido diputado.

En los 90 ingresó a la dirigencia nacional de la CGTP y desde esa trinchera enfrentó a la dictadura de Fujimori, sus privatizaciones corruptas y su política de despidos masivos y atropello a los derechos de los trabajadores.

No sé cuál será el número de trabajadores que lograron a través de la intermediación de Manuel Cortez su reposición o el pago de sus beneficios, dentro de las famosas listas de despedidos de la dictadura.

El rostro de Cortez se hizo conocido en las calles por esta incansable campaña por resarcir a los que habían sido lanzados a la desocupación sin medios para defenderse.

Nos hemos cruzado muchas veces en distintas circunstancias, él como sindicalista y yo como periodista. Teníamos además en común la amistad de nuestras hijas mayores.

Hace poco lo vieron tomando cerveza y comiendo butifarra en el Queirolo de Pueblo Libre. Quién iba a pensar que llevaba ya la marca de la muerte. No se le veía debilitado a pesar de tantos años de lucha. Tampoco decepcionado a pesar de los altos y los bajos de la lucha política.

Descansa en paz, amigo mío.      

15.01.13

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