domingo, febrero 23, 2014

Sombras de guerra civil en Venezuela

La Venezuela sin Chávez, es otra. Sin un liderazgo suficiente para cohesionar la mayoría del país, hacer creer a la gente que tiene futuro y aislar a la reacción que quiere volver atrás a la historia y ser el ariete político de la recuperación de la influencia e intereses de los Estados Unidos en esta parte del mundo. El error mayor de Maduro, quizás inconsciente, pero real, ha sido haber creído que él debía ser Chávez o una especie de médium del líder muerto, y preguntarse cada vez lo que hubiera hecho el comandante ante los problemas que lo han abrumado desde que llegó a la presidencia. Y no es Chávez, sino un dirigente que ha tenido que ocupar su puesto, y que debe construir otra forma de liderazgo que aún no se vislumbra.

Las derechas, a veces unidas y otras desunidas, han tratado de sacarle ventaja a la debilidad crítica del proceso expresada en un cambio inestable de conducción, y en la suma de problemas acumulados en la economía y en la seguridad en las ciudades. Evidentemente ha avanzado, como se vio en la elección presidencial de abril, pero no lo suficiente ni lo consistente que esperaría como se comprobó en las locales y regionales de diciembre donde perdieron ampliamente. La ambigüedad de la situación es que no están seguros de que podrán seguir capitalizando el desgaste gubernamental hasta decidir el poder en las urnas, o si el su momentum puede terminar diluyéndose. Todo indica que Capriles y López tienen diferente valoración de lo que ocurrió en el 2013. Por eso, uno quiere ahorrar fuerzas e ir paso a paso, y el otro quiere precipitar el enfrentamiento con lo que tiene a la mano.

En los últimos días el que ha marcado el paso y ha crecido dentro de los suyos es López, mientras Capriles ha tenido que morderse la lengua para no desautorizarlo, pero ha evitado aparecer como su defensor. El tal Leopoldo ha logrado impulsar fuertes movilizaciones callejeras, plenas de violencia y de afán golpista, y ha puesto en evidencia tener gente capaz de morir y matar por él. Calculando que el movimiento iba a decaer y que luego iba a quedar expuesto, optó además por entregarse a la policía para hacer al gobierno responsable por su seguridad, al tiempo que se convierte en el rehén del régimen para las siguientes jornadas y el símbolo de la "democracia" a nivel internacional.

El problema es que una vez dado este paso ya no hay vuelta para atrás. La táctica de Capriles ha quedado desautorizada por las marchas y sólo se podría volver a ella si fracasa el plan actual. Para algunos sectores el vértice actual es el punto en que hay que presionar con todo. Patricia Poleo, una de las periodistas de la derecha venezolana engreídas por la prensa peruana, no ha dudado en pedirle a Washington su intervención ahora, lo que nuestro país casi no ha sido noticia. Otros reclaman que la OEA aplique su Carta Democrática, es decir que de trato de “golpe de Estado” a la acción del gobierno electo democráticamente. Y hay los que dudan entre seguir movilizándose y buscando más muertos, para que la acción internacional se vuelva inevitable, y aceptar alguna negociación con el poder.

Sin duda es un momento grave, con sombras de guerra civil, en un país donde se juegan muchas cosas: petróleo critico para el abastecimiento norteamericano y de otros países; liderazgo de la corriente autonomista latinoamericano, frente a otras opciones pro-estados Unidos como Alianza del Pacífico; fuerza de masas contra masas y crecimiento de los actores armados; unidad del Ejército; vigencia de la Constitución; etc. El hecho de que en el Perú nos hayan dicho hasta el cansancio en estos días, que esta es una dictadura malvada que reprime a los jóvenes y no entrega papel higiénico para que la gente haga sus necesidades, no debería evitarnos el esfuerzo de buscar mayor información y una comprensión de lo que representa la derecha del joropo muy parecida a la del vals y la marinera. En el fondo ambas prefieren los ritmos de Miami. 

23.02.14

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